No te enfades, ni grites ni amenaces. Dile las cosas con cariño y firmeza.
—Conserva firme tu postura, pese a la rabieta. Entiende que ante la frustración lo único que tu pequeño puede hacer —por su inmadurez— es quejarse.
—Valida su emoción. «Te puedes enfadar, cariño. Veo que estás enfadado».
—Si se alarga la rabieta, marca una pequeña distancia física. Separarte un poco de su lado dando a entender que no te interesa alargar su pataleta. Eso sí, vigila siempre su seguridad, que no se haga daño a sí mismo ni a nadie más.
—Establece una distancia emocional, pero sin dejarlo solito. Le puedes decir mensajes del tipo «cuando te calmes, te atiendo. No me gusta que me trates mal, etc.».
—Acércate a él, tócalo si se deja y si puedes ofrécele ya alguna alternativa para que no se bloquee en la frustración: «veo que aún sigues enfadado, cariño, pero me gustaría que vinieras a ver las frutas conmigo».
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